Isidora era enfermera en Lima, en la clínica San Bernardo, cuando en el lejano 1986 decide dejar el Perú en búsqueda de un futuro mejor. Después de 3 años en Panamá y unos meses en España, llega a Ponte San Pietro, en la provincia de Bérgamo, donde desde hace más de 20 años cuida a ancianos enfermos.
12.05.2014 – Isi, como la llaman sus amigos, es uno de los pilares de la misión latinoamericana “Santa Rosa de Lima” de Bérgamo, tierra de Juan XXIII. Hace algunos años, con la ayuda de Don Mario, el cura de San Lazzaro, funda en la capital bergamasca la hermandad del Señor de los Milagros. Ahora forma parte del Consejo pastoral diocesano, donde es una de las pocas laicas y la única inmigrante.
El lunes de “Pasquetta” Isi recibe una llamada de Don Massimo Rizzi, encargado de la pastoral de migrantes de la Diócesis de Bérgamo. “Prepárate , te vas para la canonización a Roma y tendrás que leer en español. Más tarde te explico”, le dijo lacónico el sacerdote. “Señor, te agradezco de haber pensado en esta humilde persona”, fueron las primeras palabras que le vinieron en mente a Isi, tras recibir la inesperada noticia.
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El sábado a las 19.00 Isi sale hacia Roma en un bus repleto de peregrinos del pueblo de Credaro, en ruta hacia la canonización del Papa Roncalli. Media hora después recibe la llamada telefónica de Monseñor Giulio Della Vite, uno de los secretarios del Papa. ¿En qué parte de Roma se encuentra?, «la estamos esperando para las pruebas”. Bastaron esas pocas palabras para quitarle el sueño.
Por fin a las tres de la madrugada llegan a Roma.
El bus los deja en Via della Conciliazione que a esa hora ya está repleta de peregrinos. Ahora se trataba de entrar en la Plaza San Pedro. “Imposible pasar. No se podía ni respirar, me dolían los pulmones. La gente había dormido en el suelo. Traté de avanzar pero los peregrinos polacos hacían una cadena humana impidiéndonos el paso” – me cuenta Isi con lujo de detalles, como puede permitirse sólo quien asistió al histórico evento. “En ese momento el Señor me tomó de la mano y logré avanzar hasta el número 41 de la Via della Conciliazione, gracias a la ayuda de un carabiniere” – emocionada agrega. “Logré comunicarme y un laico me vino a buscar, haciéndome pasar las barreras de la policía italiana. Una vez en la parte de adelante de la plaza el Monseñor me reconoció y me entregó mi tarjeta de lectora gracias a la cual pude pasar la barrera de la Guardia Suiza, eran las 8 de la mañana”.
Isi no había dormido, no había desayunado, no había podido cambiarse y ni siquiera peinarse, no había hecho las pruebas y no sabía lo que iba a suceder, pero no importaba, estaba ahí, y la vida no podía haberle dado mayor regalo.
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“Me encontré con el alcalde de Sotto il Monte y con los familiares del Papa Roncalli”, continuo con su historia. “El Papa Francisco llegó puntualísimo y a las 10 de la mañana inició la misa de santificación ante 800,000 fieles. No cabía ni una aguja en San Pedro ni en la Via della Conciliazione; Cuando al inicio Papa Francesco hizo santos a los dos Papas, sucedió algo divino: salió el sol en medio de la nube gris que cubría Roma”.
Claridad. “El sol nos alumbró en ese preciso instante y volvió a nublarse después del anuncio. En ese mismo momento pasaron dos palomas que volaron desde la parte izquierda del Vaticano hacia la derecha, pasando por la cabeza del Papa”.
Momentos divinos… “Fui la primera en leer las peticiones”…Ante tanta gente pensé que yo estaba representando a América latina en un evento tan importante y recordé a mi Perú”.Isi estaba justo debajo de la imagen del Papa Roncalli.
“Miré la imagen y pensé: eres Santo y de una familia tan humilde y justo me tocó a mí estar a tus pies…Papa Giovanni, el Papa Bueno, el Papa de los Pobres”. “Yo también vengo de una provincia del Perú, de Santiago de Chuco”– me precisa con orgullo Isi.
“Mirando a esa multitud silenciosa de todos los colores me pregunté ¿qué les había traído hasta aquí? no había ningún concierto, nada que ganar, solo la fe, la fe tan grande y escuchar el Evangelio del Papa”. Después de la misa se formó una cola inmensa de delegaciones que querían saludar al Papa. “Sólo alcancé a verlo de lejos, pero juro que me sonrió”. “Es el regalo más hermoso que me ha dado el Señor”.
Ana Juanes
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