Aplicárselas o no aplicárselas, esa es la cuestión. Mucha gente está convencida de que la inmunización la enferma pero ¿cuál es la evidencia? ¿Es peor apostarle a la suerte o vacunarse?.
La llegada del invierno en el hemisferio norte trae consigo el principio de la temporada de la influenza.
Es entonces cuando la gente debe decidir si quiere vacunarse contra la gripe o no.
Cada año se produce otra vacuna, cuyo objetivo es combatir las nuevas cepas del virus.
Las recomendaciones varían de país en país, aunque en muchos lugares se concentran en las mujeres embarazadas y en los ancianos, pues son más vulnerables si se enferman.
Sin embargo, cada año los doctores encuentran una resistencia similar de parte de mucha gente.
¿Cuántas veces ha oído a personas decir que están convencidas de que la vacuna antiinfluenza les dio gripe, o que el año en el que se vacunaron sufrieron la peor gripe de sus vidas?
Y juran que no volverán a cometer el mismo error.
Si uno se enferma después de ser vacunado, no es raro que no lo quiera volver a hacer pero, ¿hay alguna evidencia de que la enfermedad se debe a la vacuna misma?
Virus atenuado
En parte, lo que incomoda a la gente es la naturaleza misma de la vacuna.
Hay dos tipos: una inyección que contiene al virus inactivo y un aerosol nasal que contiene virus vivo pero mucho más débil. Los efectos secundarios del spraypueden incluir moqueo nasal o dolor de garganta.
Pero la inyección no es como, por ejemplo, la de rubéola, en la que lo que a uno le dan es una cantidad diminuta de la infección para estimular al sistema inmunológico a que produzca anticuerpos. El virus involucrado en la vacuna antiinfluenza está vivo pero ha sido atenuado durante la producción y la vacuna se prueba para asegurarse de que ya no sea virulenta.
Para estudiar si había algún efecto secundario durante los días después de ponerse la inyección, investigadores estadounidenses vacunaron a 2.000 personas; a la mitad con la vacuna real y la otra con agua salada.
Hubo un sólo efecto secundario reportado más frecuentemente por aquellos que recibieron la vacuna antigripal: dolor en el brazo en el que se había aplicado.
La OMS adivina
Entonces, ¿cómo se explica que haya gente a la que le da gripe días después de vacunarse?
La inmunidad contra el virus toma dos semanas en desarrollarse, así que podrían haber contraído influenza justo antes o después de ponerse la inyección.
Investigaciones como la que se hizo en EE.UU. mostraron que no hubo más enfermos entre quienes le aplicaron la vacuna de verdad que entre los que recibieron sólo agua salada. Sencillamente, a una proporción de los que se vacunan les da gripe.
Y, ¿qué pasa con los que se enferman durante el invierno a pesar de haberse aplicado la vacuna? ¿Son, por alguna razón, más susceptibles a la enfermedad, como piensan muchos?
La respuesta es que eso se debe menos a la susceptibilidad que a la manera en la que se crean las vacunas.
Cada año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) selecciona tres virus que cree que serán los que más probablemente circularán durante el invierno.
La selección para el hemisferio norte es anunciada en febrero y la producción de vacunas empieza en marzo para que estén listas en otoño.
Lo que efectivamente están haciendo es una predicción informada sobre las cepas, pero siempre existe la posibilidad de que el virus que lo ataque a usted no sea uno de esos tres. Es por eso que nunca se asegura que las vacunas son 100% efectivas.
¿Sirven?
Todo esto nos lleva a la pregunta obvia: cuán efectivas son.
Estudios diferentes son difíciles de comparar pues miden resultados distintos. Algunos se fijan en la cantidad de hospitalizaciones, otros al índice de muertes o el número de infecciones confirmadas por laboratorios.
Para dar un ejemplo, un estudio grande de 2007 publicado en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicineencontró que la vacuna protegía a siete de cada diez personas.
La protección también varía de año en año, dependiendo de cuán atinadas sean las predicciones de la OMS.
Temor persistente
Habiendo dicho lo cual, algunas personas responden a la vacuna mejor que otras, y eso puede depender de la edad.
La protección es más baja para quienes tienen más de 65 años de edad, pero las consecuencias de contraer influenza pueden ser más severas, de ahí que se le ponga énfasis a vacunar a los ancianos.
Si la gente se enferma a pesar de que se ha vacunado, no es que la vacuna los enfermó, sino que no los protegió.
A pesar de toda la evidencia a disposición, mucha gente continúa convencida de que las vacunas pueden causar influenza. El problema es que cuando experimentamos los síntomas, asumimos cosas basadas en nuestras propias ideas sobre la causalidad.
Es muy difícil no conectar eventos cuando parecen concordar. Pero eso no quiere decir que sea correcto.
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