«No es haloween» pero hay un mix de sacro y profano.
Roma, 3 de noviembre de 2010– La Comunidad católica mexicana realizó el sábado 30 de octubre, con dos días de anticipación, el Altar de Muertos, en las instalaciones de la basílica de ‘Santa Croce in Gerusalemme’.
El Altar de Muertos es una usanza de religiosidad popular mexicana y de algunas regiones de Latinoamérica que el 2 de noviembre recuerda a los difuntos de un modo particular, de un lado mirando a la muerte como si no causara miedo y en ambiente lúdico o festivo, y de otro recordando a los seres queridos con los alimentos o cosas que a ellos le gustaban.
Foto. El Mariachi Romatitlán y un detalle de la barca de Patzcuaro
“A mi abuelita querida le pondré un capuchino al lado de su foto. A ella cuando estuvo en Italia le encantaba tomarse el capuchino” nos comentó con mucho candor Margarita, una lectora de Expreso Latino.
En esta ocasión el altar de muertos fue representado como una barca de los pobladores de las riveras del lago de Pátzcuaro, con las redes típicas de pesca y en la misma fotos, velas y objetos que recordaban la tradición mexicana. En la misma sentada con un sombrero estaba ‘La Catrina’ un esqueleto de una señora que representa la muerte.
Griselda Alvarado, la nueva presidenta de la Comunidad católica mexicana indicó que “estamos aquí para celebrar y compartir con el país que nos hospeda una parte de nuestra tradición”. “Esperamos que las almas de nuestros difuntos vengan a visitarnos y para ellos hemos preparado el altar de muertos, este año dedicado especialmente a los damnificados y difuntos en las inundaciones que se registraron en México en este año”.
La conmemoración incluyó la misa Panamericana, en donde la orquesta mariachi Romatitlán acompañó la celebración litúrgica. “Esto no es Halloween” recordó en la homilía Roberto López Facundo, el sacerdote que celebró la misa, “pero una reafirmación de la memoria histórica ante aquellas personas que nos antecedieron” dijo.
El mariachi Romatitlán acompañó con la alegría que le caracteriza, primero la misa en la basílica de Santa Croce en Gerusalemme y después la “fiesta” en el salón en donde estaba el altar de muertos. Allí en medio al bullicio, al lado de la barca de Pátzcuaro con La Catrina impasible abordo, los presentes saborearon tortilla de maíz frita con frejoles lechuga crema ácida y queso; acompañada con jugo de piña y tequila, mientras festiva música mariachi era coreada por el público y a veces incluso zapateada. «La alegría es porque quienes se fueron ya están en el paraíso» indicó otra de las personas allí presentes.
El México participan a la fiesta tanto las comunidades indígenas, como los grupos mestizos, urbanos y campesinos. En la región lacustre, los poblados en que la festividad ha cobrado más fama, son Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Janitzio, Ihuatzio y Zirahuén, entre otros.
Foto. La Catrina, en la barca de Páztcuaro
La celebración católica de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos.
En cambio el año pasado el Altar de Muertos fue escenificado en forma más tradicional, o sea con el sistema de escalones.
Fue en una sala del Instituto Cervantes en Piazza Navona. Allí mientas la sala estaba cerrada al público se desató un incendio provocado seguramente por el material inflamable y alguna vela que se cayó.
No faltaron ‘battute’ o bromas que el fuego se propagó porque algunos de los muertos recordados allí tenían rivalidades y se arrojaron las velas entre ellos, historias que justificarían al cuidador que dejó la sala cerrada con las velas prendidas y que, claramente, no convenció a los investigadores y miembros de la compañía de seguros.
“Battute a parte” este año, no por exorcismo pero como prudencia no faltaron un par de extintores a los lados de la sala.
Hernán Sergio Mora
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