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LA REGULARIZACIÓN FUE UN FRACASO. Un salvavidas demasiado pequeño e inalcanzable

LA REGULARIZACIÓN FUE UN FRACASO. Un salvavidas demasiado pequeño e inalcanzable

El gobierno punto más a su equilibrio que al objetivo que debia alcanzar. Y ahora no queda más que esperar la próxima sanatoria, o el enésimo, falso, decreto flujos.

 

 

 

 

 

 

 

Roma, 17 de Octubre 2012- Te estas ahogando, buscas ayuda, desde un barco te gritan: “Tranquilo, te salvaremos”.

Pero después te botan en el agua un salvavidas minúsculo, a cien metros lejos de ti.

Tal vez tambalenado logras alcanzarlo. Tal vez no. Bienvenido estás en Italia sin permiso de residencia y seguro trabajas en negro en pocas palabras eres ilegal.

El Gobierno anuncia: ”Ahora tu también puedes ser legal”. Pero se inventa una sanatoria que parece un recorrido lleno de obstáculos, muy costosa, no clara, ligada al buen corazón del trabajador y a tu buena o mala suerte.

Tal vez lo logras, pero lo más probable es que no lo logres. La regularización se ha cerrado con ciento treinta mil solicitudes, casi todas para ayudantes domésticos y no nos podemos consolar con esto, sobre todo antes de saber cuando se transformarán verdaderamente en permisos de residencia.

No se pueden ignorar los dos, tres, cuatro ciento mil trabajadores ilegales que fuerón excluídos sin tener culpa.

Ni se puede creer a la fábula que ayer contó el Ministro del Interno (las solicitudes son pocas porque son pocos los ilegales), mentira que se puede verificar solo con mirar los datos: entre los inmigrantes que trabajan en negro que se han dirigido a los padronatos o asociaciones, solo una pequeña parte logró presentar a su empleador la solicitud.

Es extraño y sobretodo muy grave, que Cancellieri no lo sepa.

La verdad es evidente y banal, muchos empleadores no han querido pagar los mil euros y, sobretodo, los seis meses de tasas y contributos atrazados.

Muchos inmigrantes ilegales no han encontrado un comprobante de la presencian de algún “organismo público”, no obstante hayan sido avisados «MUY TARDE»  de este aspecto.

A hacer fracasar la regularización ha sido el modo en la que la redactarón. Conviene hacer un paso hacia atrás. Hay un parecer general en el Parlamento que pedía al Gobierno de ofrecer una oportunidad a las familias, empresas y trabajadores antes de pasar al endurecimiento de las penas para quien asume clandestinos.

Apena pero se encendiéron los reflectores, el Pueblo de la libertad, que había tirado la piedrita que dio paso a la polémica y de una vez ha escondido la mano, dijo: “Nunca más una sanatoria”, peor aún en un clima como este, entre reclamos e hipocrecías, el Gobierno ha tenido que dar forma a algo que ahora tiene que ser llamado “arrepentimiento activo”. Y con poco coraje, ha abierto un contrato ambiguo,  ha pensado más en el equilibrios de la mayoría que lo sostiene (y de las almas que pulsan en los diferentes Ministerios involucrados) que al objetivo: acabar con el “trabajo en negro”.

Dando a lúz una regularización que, al final, no ha regularizado casi a nadie.

La han hecho pasar por una  sanatoria del Ministro Andrea Riccardi, que también ha sido el único defensor, una cosa de buenos propósitos cristianos.

Como si no fuera un problema de órden público, y entonces del Viminal, reducir la clandestinidad, que es criminógena.

Como si no fuere una necesaria política del Trabajo llevar a la lúz legales y relaciones de trabajo claras. Ahora que no nos digan que “una oportunidad no la hemos dado, desde este momento comenzaremos ha ser severos”.

Porque expulsiones de masa no se podrán hacer, ni, sobretodo, hay los medios y la voluntad política de entrar en todas las casas, empresas para denunciar y perseguir a los empleadores.

Como terminará todo esto? Simplemente, después de ésta pequeña e infructuosa operación, recomencerá la espera de la próxima sanatoria, tal vez organizada mejor por el próximo Gobierno, o tal vez llegará un nuevo decreto de flujos, instrumento falso como siempre, y que a muchos parece una burla como la que se cerró ayer.

Ha vuelto de verdad el otoño para cientos de millones de trabajadores irregulares, que durante el verano se habían ilusionado de poderse volver hombres y mujeres legales como todos los demás en éste País.

Esperarán todavía, pero que más da, son invisibles. Sobre todo para los que no los quieren ver.

Elvio Pasca

Cristina Zambrano León

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