En los últimos meses han seguido llegando ciudadanos de África y de oriente próximo.
Tras las rejas de los centros de retención italianos, varios cientos de migrantes se mueren de angustia y aburrimiento.
Pero ante un número de llegadas sin precedentes, Italia quiere cuadriplicar el número de centros para tratar de acelerar las expulsiones.
La orden fue dada esta semana por el ministerio del Interior, que va a abrir o volver a abrir 11 centros, elevando a 1.600 el número total de plazas, ya que cuenta actualmente sólo con cuatro centros operativos.
En Ponte Galeria, cerca del aeropuerto de Roma-Fiumicino, la AFP pudo visitar el que está reservado a las mujeres.
Sentada al aire libre, cerca de una de las vallas altas que circundan uno de los 10 patios de esas suerte de grandes jaulas, Khadigia Shabbi, de 47 años, contiene con dificultad las lágrimas. «Aquí me estoy muriendo», resume la académica libia, que ha llegado a echar de menos la prisión italiana donde pasó casi un año.
Detenida a finales del 2015 en Palermo, sur de Italia, fue condenada por incitación al terrorismo aunque ella se declaró inocente y pidió asilo.
No es la única. La mitad de las 63 mujeres que se encuentra en el Centro de Identificación y Expulsión (CIE) de Ponte Galeria ha presentado una solicitud similar. Muchas de ellas partieron de Nigeria y llegaron a Italia a través de Libia.
Pero también hay mujeres oriundas de China, Ucrania, con historias muy diferentes y que conforman el variado perfil del emigrante que ha llegado en las últimas semanas a las costas de la península.
Los centros de acogida para solicitantes de asilo repartidos por todo el país acogen hoy en día a más de 176.000 personas.
Desde 1 de enero pasado han llegado unos 45.000 inmigrantes a las costas italianas, lo que representa un aumento de más del 40% en comparación con el año pasado.
Las autoridades se están preparando pues para un verano récord, un verdadero éxodo.
Ante esa perspectiva, el ministro del Interior, Marco Minniti, impulsó en el parlamento el mes pasado la adopción de un plan para frenar la migración, que incrementa la expulsión de los que emigraron en busca de un trabajo y prevé una mejor gestión de los que piden asilo político.
‘Volveré’
Por ello se van a acelerar los trámites para obtener el asilo que duraban unos dos años a menos de seis meses y no se tendrá derecho a presentar recurso.
El 60% de los que solicitan el estatuto de refugiado en Italia lo obtiene. Respetando esa nueva política firme, Italia ha deportado a 6.242 extranjeros ilegales entre enero y abril, un 24% más en comparación con el mismo período del año pasado.
No todos son sobrevivientes de la travesía del Mediterráneo que no han obtenido el asilo.
Entre los expulsados figuran emigrantes de los países con los que Italia ha firmado acuerdos bilaterales específicos como Túnez, Egipto, Marruecos. Otros son indocumentados a los que expiró la visa de turista o estudiante.
Inclusive hay europeos con una orden de expulsión después de haber sido condenados por la justicia. «Si me expulsan, volveré. Lo digo honestamente. No tengo nada que hacer allá», confiesa una rumana en Ponte Galeria.
Para el senador Luigi Manconi, miembro del Partido Democrático (PD, centroizquierda en el poder), estos centros no funcionan y alojan casi siempre a personas que no merecen terminar tras las rejas.
En Ponte Galeria, la mayoría de las nigerianas son víctimas de las redes para la prostitución. «Se les debe ayudar, no encarcelar», sostiene el senador. Mientras esperan respuesta de los países de origen o que las autoridades dispongan la libertad después de varios meses, las mujeres en Ponte Galeria se quejan del aburrimiento que les causa las largas jornadas sin hacer nada.
«Aquí no tenemos nada que hacer, ni clases, ni actividades deportivas», lamenta Pepita una filipina que pasó más de 20 años en Italia.
La empresa francesa Gepsa, que administra el centro, es la encargada de suministrar comidas, artículos de higiene, lavandería y apoyo psicológico. Para lo demás, las 63 mujeres de Ponte Galeria sólo pueden contar con ellas mismas.
ELTIEMPO – ROMA (AFP)