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El Papa que canonizó más santos

Para Juan Pablo II, los santos eran testimonio para todos los cristianos de que la santidad no es algo inalcanzable

Roma, lunes 11 de abril de 2011 – Juan Pablo II, que el 1 de mayo será beatificado tras una causa realizada en tiempo récord, en vida canonizó 483 santos y 1.345 beatos, una verdadera «fábrica» de figuras para los altares, cuyo número superó a todas las creadas por los papas de los últimos 400 años. Informó la agencia de noticias Ansa.

Sus predecesores del novecientos se limitaron a pocas santificaciones: Pío X 4, Benedicto XV 3, Pío XI 34, Pío XII 33, Juan XXIII, 10, Pablo VI 84.

Antes, desde fines del ochocientos hasta el Concilio de Trento, cada papa proclamaba un promedio de dos o tres santos.

Gregorio XV canonizó a Ignacio de Loyola, Francesco Xavier, Filippo Neri, Teresa de Avila, es decir, verdaderas columnas del culto para los fieles.

El «boom» del pontificado de Karol Wojtyla fue favorecido por la restauración, debida a Pío XI, de las beatificaciones colectivas y con algunas precisas motivaciones.

Para Karol Wojtyla los santos tenían una importancia notable para la religiosidad de los fieles, que deben poder inspirarse en figuras que las acercan a Dios.

Y esas figuras deben ser lo más cercanas posible a los hombres contemporáneos, por lo cual Juan Pablo II proclamó santos a personas muertas desde hacía poco tiempo que permanecía en el recuerdos de tantos que las habían conocido.

Un ejemplo de esto fue Padre Pío, canonizado sólo 34 años después de la muerte.

Wojtyla instó a las diócesis a promover causas de santificación no sólo para religiosos sino, sobre todo, para laicos.

En ese sentido, Juan Pablo II beatificó o santificó a muchísimos laicos, incluso a los italianos Beltrame Quattrocchi, una pareja de esposos.

También beatificó o santificó a personas muy jóvenes, como Francisco y Jacinta, los dos pastorcitos que, según la Iglesia, asistieron en 1917 a la a parición de la Virgen en Fátima, Portugal.

El papa polaco llevó también al honor de los altares a grupos de personas, como algunas víctimas de la guerra civil en España o de los campos de exterminio nazis y de las persecuciones stalinianas.

El ejército de santos y beatos wojtylianos también se formó con Massimiliano Kolbe, un francescano polaco que fue encarcelado en Auschwitz y ofreció su vida en lugar de un padre de familia que iba a ser fusilado por los nazis.

Otra figura es Giovanna Beretta Molla, una pediatra de Milán que falleció de cáncer por no haber querido someterse a tratamiento porque para ello debía interrumpir un embarazo de cuatro meses.

El elenco reserva un lugar preferencial para el padre Pío de Pietralcina, el fraile del pueblo, para José María Escrivá, fundador del influyente Opus Dei, y para Edith Stein, muerta como monja católica en un lager nazi pero nacida judía y discípula de Husserl.

Hay también hubo lugar para una esclava sudanesa, Giuseppina Bakhita, que se hizo monja en Italia tras ser liberada, y para mártires mexicanos de la guerra civil de los años veinte del siglo pasado.

En la extensa nómina se destacan asimismo mártires chinos de diversos períodos históricos, víctimas de la guerra civil española y del comunismo en varios países europeos, junto a las de la Revolución Francesa.

El primer papa polaco de la historia también reservó un lugar en los altares a dos papas, Pío IX y Juan XXIII, y a varios figuras nacionales, como el indio mexicano Juan Diego y el guatemalteco De Betancourt.

Karol Wojtyla había nacido en Polonia el 18 de mayo de 1920 y falleció en el Vaticano, como papa Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005.

Fue el 264° papa de la Iglesia católica y jefe de estado de la Ciudad del Vaticano desde 1978 hasta 2005. Anteriormente, había sido Obispo auxiliar (desde 1958) y Arzobispo de Cracovia (desde 1962).

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