Roma, 25 de julio de 2011 .- Inician las vacaciones, son un derecho que les corresponde por ley a todos los trabajadores. El punto central es «desenchufar» por algunos días o semanas del trabajo habitual.
A veces las hacemos volviendo a nuestros países y emocionándonos viendo a los nuestros: los abuelos y los tíos y papás un poco más ancianos, nos sobrinos y nietos que van creciendo rápidamente. Con alegría al llegar y con nostalgias y lágrimas al partir.
Otras veces nos quedamos cerca de casa. Alguien decía que las vacaciones se pueden hacer mismo que no haya dinero, basta un anzuelo y un hilo para entretenerse.
Quienes estamos en Europa tenemos entretanto muchas posibilidades de conocer sitios estupendos y en nuestras ciudades. Hay gente que viene desde los lugares más distantes del planeta para ver lo que tenemos cerca de casa. La oportunidad es estupenda y la podemos aprovechar con parientes y amigos.
Las vacaciones son importantes en la vida, a tal punto que las principales religiones dedican a ella un día de la semana, uniéndolo al culto divino. Para nosotros los católicos es el domingo y la Iglesia a tal punto consideró importante este día que prohibe trabajar a no ser por motivos graves.
En las últimas semanas, Benedicto XVI recomiendo “utilizar estos días para vivir de una manera nueva las relaciones con los demás y con Dios. Si se puede interrumpir el ritmo cotidiano frenético o afanoso, es bueno tomar un poco de tempo para los demás y para el Señor”, dijo el Papa.
En concreto sugirió «llevar en la propia maleta la Palabra de Dios, en particular el Evangelio” y a contemplar la creación a nuestro alrededor, a admirar la belleza y estremecerse ante la maravilla que hace presentir la presencia y la grandeza del Creador.
“Es un don magnífico, que hay que observar con la atención con la que la observaba Jesús, que sabía interpretar el lenguaje y los signos. Un don que hay que respetar, custodiar, proteger, del que somos responsables ante Dios, ante los demás, ante la humanidad del futuro”.
E invitó a descubrir los monumentos de la historia cristiana como testimonios de cultura y de fe, auténtico patrimonio espiritual de lazos con nuestras raíces, lugares – como las catedrales o las abadías – en los que la belleza ayuda a reconocer la presencia de Dios. Y allí Benedicto XVI invitó “a la oración por la humanidad en camino en el tercer milenio”.
Y el domingo 24 de de julio, hablando en francés, el Papa añadió un nuevo consejo: “aprovechar este período de vacaciones para buscar a Dios y pedirle que nos libere de todo los que nos estorba inútilmente”.