El 47 por ciento de la ayuda aún no llega. En el 2011 fueron 7 mil los muertos por la epidemia de cólera.
Roma, jueves 12 de enero de 2012 – Al cumplirse hoy dos años del terremoto de 7.0 grados Richter que devastó Puerto Príncipe y otras zonas de Haití, casi la mitad de la ayuda internacional prometida aún sigue pendiente, y la nación está sumergida en la destrucción.
Hace dos años al conocerse las cifras de la devastación del sismo, 316 mil muertos, más de 350 mil heridos y cerca de millón y medio de personas sin, el mundo ofreció su apoyo.
De acuerdo con la oficina de prensa del enviado del Naciones Unidas para Haíti (OSE), el ex presidente estadunidense Bill Clinton, el 47.4 por ciento de la ayuda prometida a Haití para su reconstrucción, unos dos mil 120 millones de dólares, aún no llega al país.
La epidemia de cólera, que se cobró más de siete mil vidas en 2011 en Haití, persiste a dos años del peor terremoto en la historia del país, donde más de 700 mil personas sobreviven en campamentos en precarias condiciones.
Las tareas de reconstrucción avanzan lentamente y en algunas zonas aún se espera la remoción de escombros que dejó el sismo de 7 grados en la escala de Richter del 12 de enero de 2010.
Según datos de la OSE, Estados Unidos, sólo ha desembolsado 30.41 por ciento de los mil 200 millones de dólares comprometidos, Venezuela el 23.4 por ciento de los mil 300 millones de dólares, mientras que Francia le falta el 71.63 por ciento de los 301.4 millones.
En contraste los países que han cumplido de manera plena con su ayuda son: Finlandia con 11.1 millones de dólares, Japón 100 millones de dólares, China 1.5 millones de dólares, Colombia cuatro millones de dólares y Rusia ocho millones de dólares.
Sólo Dios puede ayudarnos», le dijo a Efe Mimose Fontus, una de las más de 500.000 personas que, según la ONU, aún malviven en los campamentos que surgieron tras la tragedia, Mimose, quien se instaló en la plaza de Champ de Mars hace dos años, el 12 de enero de 2010, ni siquiera puede acceder a un sistema de agua corriente, como ocurre en otros campamentos, y sus días transcurren bajo unas mugrientas lonas en un reducido espacio en el que duermen hasta diez personas (niños y adultos), sin expectativa alguna de mejora.