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Reconocido el estatus de refugiada a Isabella, mujer transgénero brasileña: “Ahora puedo vivir con serenidad”

El Tribunal de Nápoles ha reconocido el estatus de refugiada a Isabella, una mujer transgénero originaria de Brasil, aceptando su solicitud de protección internacional. Un veredicto histórico y cargado de significado, que llega después de años de espera, ansiedad y esperanza.

“Saber que puedo vivir en serenidad, tanto física como psicológicamente, es una gran alegría”, declaró Isabella, visiblemente emocionada.

El reconocimiento fue concedido en virtud del clima de odio transfóbico documentado en Brasil, donde, a pesar de ciertas protecciones legislativas, la vida diaria para la comunidad LGBTQIA+ está marcada con frecuencia por la violencia y la discriminación sistémica. Especialmente para las personas transgénero, como Isabella, salir de casa puede significar no regresar jamás.

El Tribunal rechazó cualquier posible obstáculo a su derecho de asilo, afirmando que no existían motivos de seguridad nacional o de orden público que justificaran una negativa, y reconoció la importancia del camino de reintegración social que ha emprendido Isabella.

Fue fundamental el apoyo de Antinoo Arcigay Napoli, que acompañó a Isabella primero a través del centro “Al di là del muro” – activo en las cárceles de Secondigliano y Poggioreale para personas LGBTQIA+ detenidas – y luego con “Migrantinoo”, dedicado a migrantes LGBTQIA+. Gracias a este apoyo, Isabella logró la anulación de una orden de expulsión previa y pudo iniciar el procedimiento para obtener el estatus de refugiada.

Daniela Lourdes Falanga, responsable de políticas Trans en Antinoo Arcigay Napoli, subrayó la importancia de contar con una red de apoyo concreta:

“En las cárceles, donde la institución es lenta y muy burocrática, quienes cumplen una pena como personas trans corren el riesgo de quedar aisladas. Si además son migrantes y vienen de verdaderos infiernos, la situación se vuelve aún más extrema. Por eso, construir alternativas reales es fundamental”.

Isabella ahora puede mirar al futuro con confianza, finalmente libre de un pasado marcado por la marginación, la violencia y la soledad. Su historia es una prueba concreta de que la defensa de los derechos humanos es posible, cuando la sociedad civil y las instituciones colaboran con responsabilidad y humanidad.

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