La Cruz Roja italiana provee testeos, vacunas y hasta clases de idioma para los refugiados ucranianos que arriban a la ciudad.
En el Teatro dell’Opera di Roma, en la Piazza Beniamino Gigli, el artista y disidente chino Ai Weiwei, conocido defensor de los derechos humanos, debutó la icónica Turandot de Giacomo Puccini, con la directora de orquesta ucraniana Oksana Lyniv. Su presencia en el podio es más relevante que nunca, y el activista lo sabe: en su versión hay refugiados y violencia. Un recordatorio al espectador de que la realidad supera la ficción. A tan sólo 50 metros, en la plaza frente a Termini, la estación de trenes romana, decenas de ucranianos se acercan tímidamente a unas carpas de la Cruz Roja italiana para vacunarse, testearse y recibir orientación sanitaria.
“La vacunación acá en Roma está cayendo porque el 90% de la población ya está vacunada. Muchos de los ucranianos que acaban de llegar no están vacunados y están en una situación muy vulnerable y de particular fragilidad en este momento”, cuenta Paola Bernieri, delegada del área social de la Cruz Roja en Roma. Más de 15.000 ucranianos viven en Roma, el 4% de la población de la ciudad de origen extranjero, y esta crisis humanitaria trajo una ola de refugiados de Ucrania a la capital de Italia, muchos de ellos provenientes de vuelos humanitarios. Son casi todas las mujeres con hijos. “Hay tantos niños pequeños… y necesitan informarse y nosotros nos ocupamos de todo un poco. Son madres que han viajado, han estado en la intemperie, sin techo, que dejaron a sus hermanos ucranianos atrás, y están asustadas. Lo que noté es que la mayoría de las personas que llegaron las primeras semanas ya tenían a alguien que conocían: la abuela, la tía, la prima. Ahora viene gente que, en cambio, no tiene contactos en Italia y, por lo tanto, llegan y necesitan ayuda”.
“Las mujeres que llegan aquí están exhaustas y no saben comunicarse en otro idioma que no sea el ucraniano. Los niños gritan jugando, ¡y qué alegría mayor que esa! Pero están solas, y tienen que llamar al número de la Protección Civil y a este y otro lugar. Aquí las deriva también Cáritas, las guiamos y se pueden testear o vacunar (si quieren pero todas piden vacunarse)”, revela la representante de la Croce Rossa. En la fila, una mujer llamada Eva cuenta que está cansadísima: “Viajé cinco días seguidos para llegar acá”. Casi no puede mantenerse en pie y sostiene la mano de una niña de unos cinco años. En la Cruz Roja también se encargan de hacerles una tarjeta sanitaria transitoria, que es muy importante para acceder a distintos servicios de salud y para que se puedan mover gratuitamente en transporte público. Si lo requieren, llaman a Protección Civil para conseguirles alojamiento.
Pero no sólo se ocupan de cuestiones sanitarias: “También tenemos un servicio adicional en el que damos tarjetas alimentarias a residentes que están alojando a refugiados ucranianos para tener un apoyo extra”.
Por otro lado, los sábados y domingos empezaron con un curso de italiano dirigido a madres e hijos. “Lo que notamos es mucha preocupación de las madres para que los niños vayan a la escuela, aunque todas esperan que sea una situación transitoria y puedan recuperar pronto sus vidas. Llegan con la esperanza de quedarse aquí por poco tiempo y volver a casa pronto. Desafortunadamente no sabemos cuánto durará y ellos tampoco”, se sincera Bernieri. “Y aprender un poco de italiano se vuelve esencial para ellas para poder conseguir un trabajo. Hay mucho interés de su parte de instruirse”. El martes 22 la Cruz Roja italiana volvió a Roma, después de un viaje de 96 horas, con 83 ucranianos desde Lviv, en su mayoría mujeres, ancianos y niños. Muchos se encontraban en un estado muy frágil. Todas las personas fueron derivadas a otros destinos dentro de Italia, donde ya tenían alojamiento confirmado.
Italia ya recibió más de 50 mil refugiados ucranianos, según un recuento del Ministerio del Interior. Y Roma, de esta manera, se convierte en una puerta de entrada principal y un destino provisorio que busca abrir sus fronteras a todos aquellos que huyen de la guerra.
Escrito por: Martina Putruele
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