Homilía de Benedicto XVI citando el Evangelio de la misa en Benín
Ciudad del Vaticano, lunes 21 de noviembre de 2011 – «El Evangelio que acabamos de escuchar nos dice que Jesús, el Hijo del hombre, el juez último de nuestra vida, ha querido tomar el rostro de los hambrientos y sedientos, de los extranjeros, los desnudos, enfermos o prisioneros, en definitiva, de todos los que sufren o están marginados; lo que les hagamos a ellos será considerado como si lo hiciéramos a Jesús mismo. No veamos en esto una mera fórmula literaria, una simple imagen. Toda la vida de Jesús es una muestra de ello».
Lo dijo Benedicto XVI citando el evangelio, en la misa celebrado en el ‘Estadio de la Amistad’ en Benïn durante la homilía de este domingo 20 de noviembre de su viaje apostólico en África.
«Aún hoy, como hace 2000 años, acostumbrados a ver los signos de la realeza en el éxito, la potencia, el dinero o el poder, tenemos dificultades para aceptar un rey así, un rey que se hace servidor de los más pequeños, de los más humildes, un rey cuyo trono es la cruz. Sin embargo, dicen las Sagradas Escrituras, así es como se manifiesta la gloria de Cristo; en la humildad de su existencia terrena es donde se encuentra su poder para juzgar al mundo. Para Èl, reinar es servir. Y lo que nos pide es seguir por este camino para servir, para estar atentos al clamor del pobre, del débil, del marginado».
«El bautizado -prosiguió el Papa- sabe que su decisión de seguir a Cristo puede llevarle a grandes sacrificios, incluso el de la propia vida. Pero, como nos recuerda san Pablo, Cristo ha vencido a la muerte y nos lleva consigo en su resurrección. Nos introduce en un mundo nuevo, un mundo de libertad y felicidad. También hoy son tantas las ataduras con el mundo viejo, tantos los miedos que nos tienen prisioneros y nos impiden vivir libres y dichosos. Dejemos que Cristo nos libere de este mundo viejo».
Todos los que han recibido ese don maravilloso de la fe, el don del encuentro con el Señor resucitado, sienten también la necesidad de anunciarlo a los demás. Y este deber es siempre urgente. Hay todavía muchos que aún no han escuchado el mensaje de salvación de Cristo».